Brillante concierto de la Sinfónica

El Docente Alexander Panizza se presentó junto a la Sinfónica Nacional

Brillante concierto de la Sinfónica


La segura ejecución del pianista Alexander Panizza aportó una robusta sonoridad

Fuente: LaNacion.com

Concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional con el Coro Polifónico Nacional. Director: Guillermo Scarabino. Programa: Ave María, de Eva Lopszic; Concierto para orquesta, de Zoltán Kodály, y Concierto para piano N 2 en Si bemol mayor Op. 83, de Johannes Brahms. Solistas: Susana Caligaris, soprano, y Alexander Panizza, piano. Ciclo de grandes conciertos. Salón de actos de la Facultad de Derecho.
Nuestra opinión: Muy bueno

Resultó una velada de muy alta calidad el concierto de los cuerpos artísticos de la Secretaría de Cultura de la Nación, no sólo por el valor de las obras programadas, sino también por la excelencia de los intérpretes y la receptividad y goce de un público que manifestó su beneplácito, pero además, una admirable compostura para aplaudir en los momentos adecuados y una actitud respetuosa durante el desarrollo de las obras.

En primer termino, se escuchó Ave María, de la compositora nacional Eva Lopszic, obra rica en matices y de sonoridades sugerentes, en las que las voces de la solista y del coro se amalgaman a un clima de sonidos de indudable originalidad y refinamiento, para crear una atmósfera entre mística y metafísica. Es que acaso ésas hayan sido las razones para que este canto de alabanza a la Virgen María ganara la primera selección Gaude Mater en Polonia, en 1995, y está dedicada a Nuestra Señora de Czestochowa, Patrona de Polonia, conocida como La Madonna Negra. Y si bien es una página que parece una oración en la que se dan cita la vida y la muerte, la gracia y el pecado, la historia de la humanidad, el saludo del Arcángel Gabriel y los anuncios de paz, prosperidad, salvación, valor de la maternidad, el sentido de nuestra vida, la creación resulta subyugante y emotiva.

Fue excelente el canto, la condición vocal y el fraseo de la soprano Susana Caligaris a cargo de la voz solista; brillantes el coro y la orquesta desde el punto de vista técnico, con un Guillermo Scarabino, que aportó autoridad y refinamiento desde el atril, la apreciación de la composición se constituyó en un verdadero placer.

A renglón seguido se escuchó una obra poco difundida de Zoltán Kodály, su Concierto para orquesta , de 1939, escrito para la Sinfónica de Chicago y que es una página fascinante de un solo movimiento en el que el autor utiliza una orquesta completa, pero que se contrasta con pequeños grupos instrumentales, como en un concerto grosso, para ampliar así la idea que el propio autor ya había usado en una de sus Variaciones sobre el pavo real al tratarla en estilo barroco. Fue un acierto la selección del programa con la inclusión de una partitura nada sencilla, pero atractiva, que pone al descubierto una creación merecedora de figurar con mayor frecuencia en las salas de conciertos. Por alguna razón, el inquieto y autorizado Arturo Toscanini fue uno de los principales promotores de la música de Kodály. La solvencia de la Sinfónica Nacional (brillantes los solos de sus primeros atriles) y el aporte expresivo de Scarabino desde el podio, que exhibió una saludable soltura y una puntillosa marcación, dio como resultado una versión impecable.

La segunda parte del programa estuvo dedicada al monumental Segundo concierto para piano, de Brahms, acaso el más largo y trascendente de los escritos del autor en este género, que se yergue como una creación de clima más distendido y lírico, entre su producción. Para el logro de una versión de calidad, se contó con la segura ejecución del pianista argentino Alexander Panizza, que aportó su clara digitación y una sonoridad robusta y brillante. Por otra parte, el director y la orquesta transitaron por un acertado criterio estilístico -la obra se desarrolló en un clima sonoro del más tradicional estilo alemán-, esta entrega ha de figurar entre las mejores que se han ofrecido en Buenos Aires, dejando de lado, obviamente, la reverberante y despareja condición acústica del lugar. Como respeto natural a tan magnífica creación, Alexander Panizza no agregó nada fuera del programa. Todo había sido dicho, y el público se retiró pletórico de felicidad.

Juan Carlos Montero

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